Corre deprisa, el aire helador araña su piel y rasga su respiración agitada. Huye cual víctima de la presa animal empujada por el miedo y el instinto.
La sombra le persigue acortando cada vez más las distancias, cerrando un estrecho círculo alrededor mientras las ramas crujen con cada pisada y se oye el ulular de la noche en sus oídos. Escapar del miedo y la oscuridad es cada vez más difícil.
Un deseo le frena, el de dar la vuelta y enfrentarse a la negrura y lo inseguro. Atraída y enloquecida, con la mirada perdida y los pies ya fuera de todo control, se vence a él.
El suelo húmedo de rocío es el apoyo y la niebla ennegrecida, el manto. Tan aislada de la realidad como indefensa, tan enajenada como consciente, se abandona para formar parte de un solo ser.
No existe ya retorno y sólo el éxtasis llena cada poro de su piel.
Inexistente queda la idea de escapar y en su lugar queda la esclavitud y el abandono al oscuro deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario