domingo, 25 de diciembre de 2011

Lo inexorable

Como un esqueleto herrumbroso y ajado se abre la verja chirriante invitando a todo aquel caminante cansado del paso del tiempo.
Tras las lanzas de metal se oculta la eterna juventud entre la maleza arrugada y enmohecida. 
Si te abres paso al sendero iluminado por los apenas intensos rayos de sol que los árboles dejan pasar caminarás atraido por una mano invisible que te guiará hasta un claro a salvo de los salvajes alrededores. 


Allí, con tus pies pegados sin remedio al suelo húmedo de rocío, esperarás el soplo fresco de lo eterno e inalterable. Todo el tiempo en tus manos y a tus pies, esperando un destino más apropiado que la espera a ninguna parte. 

¿Quién será tan afortunado como para contar con más segundos que los que establece el destino?

No se consideraría tal fortuna si por ello la vida dejara de ser sufrida con tanta intensidad. 
Un paso hacia delante en la manecilla del reloj y un momento único que no volverá a repetirse habrá pasado. 
Errores y aciertos que por no tener momento no podemos replantearnos. 
Encuentros que, por falta de minutos, se vuelven dolorosamente placenteros frente a los taciturnos y aburridos de aquellos a quienes les sobra. 


Preferir dar media vuelta, alejarse y dejar tras de sí una vida en lo intemporal es elegir la vida sufrida y sentida a cada paso hacia delante de la manecilla del reloj.

No hay comentarios:

Publicar un comentario