martes, 3 de abril de 2012

El jinete de bronce

Busco en cada rincón plagado de escombros la sombra de lo que fue imbatible en el pasado. 
Rescato pedazos de nuestra historia que descansan ahora al pie de muros derrumbados en nombre del odio y del antihumanismo. 

Soy sólo una sombra desfigurada esperando el regreso de las manos firmes que me sostengan cuando mis pies pierdan la fuerza para andar. 
En las horas frías que ahogan palabras en el grito mudo de la impotencia, viajo a la calidez de tu abrazo, al sonido gutural de tu voz atrayente y me deshago como la nieve que ahora amenaza con atraparme en esta ciudad fantasma.

¡Dame valor, soldado! 

Valor para soportar la ausencia de tu cuerpo sobre el mío, de las manos ávidas de carne y humedad que con la fuerza de mil regimientos golpean con doloroso placer cada rescoldo de mi piel. 
Valor para combatir la soledad en este mundo que se balancea al borde del abismo y que amenaza con arrastrarme a él. 

Pero no temas valiente soldado. Pues cuando la esperanza deje marchar su último aliento yo seguiré de pie enfrentada a la muerte y la oscuridad, esperando el regreso de los días pasados para hacerlos eternamente nuestros. 

martes, 24 de enero de 2012

Cuestión de geometría

A tí que mides con reglas de papel cada paso que das siguiendo siempre la misma recta infinita, incapaz de dar un salto que no esté planeado de antemano.
A tí y a tu geométrica racionalidad que solo encontrais cabida en el espacio definido por imperturbables líneas y ángulos obtusos. 

Echa un vistazo y adéntrate en el mundo de lo imposible y lo abstracto. 
Olvídate de las leyes que rigen tus actuaciones y guiña un ojo a los errores y a las excepciones. 
Desecha los modelos rígidos e incompatibles con las variaciones que puedas sufrir en tu día a día. 

Despierta cada mañana y sustituye tu primera mirada por caleidoscopios que te harán ver las inagotables dimensiones en las que te puedes aventurar.

Renueva tus camisas de cuellos rígidos y almidonados y deja libre tu cuerpo para que pueda recibir a lo inesperado. 

Empaqueta tus prejuicios y preceptos y pon rumbo hacia la felicidad. 

 

martes, 17 de enero de 2012

Hambre

Y si cierro los ojos la oscuridad ya no me deja descansar.
En la noche las horas de sueños tranquilos y apacibles desaparecen. 
Amanezco con las sábanas sucias amontonadas al pie de la cama tal y como cuando tú dormías entre ellas dejando un olor que aún perdura, incapaz de desaparecer. 

Necesito respirar, introducirlo en lo más hondo de mi ser para encontrar sosiego.
Acariciarlas es como recorrer con mis manos tu sinuoso cuerpo, tan suave y apetecible como la fruta madura cuyo jugo al aplastar entre los labios estalla en un sinfin de sensaciones. 

El hambre de tí me consume dejando mi figura famélica y angulosa. Quema mi piel con el recuerdo del roce de tus labios abriéndose al juego húmedo y retorcido, transformándome en la bestia que no dejaba ni una esquina de tu cuerpo sin dañar.

El gemido indefenso era un deleite para mis oídos, una elevación de mi ego y mi única recompensa. En ella me regodeaba buscando nuevas formas porque ya nada me bastaba. 

Tú eras mi único alimento. 
Sólo tú me dabas de beber. 
Ahora me consumo y poco a poco desaparezco. 

Vuelve y hazme resurgir como el amante ebrio de tu sabor. Como la mirada enloquecida y el tacto ansioso que no dejarán ni un rincón sin explorar de nuevo. 

Vuelve y permite que te consuma.

jueves, 12 de enero de 2012

Una canción para cerrar los ojos y salir de la rutina

Tú en medio de nada

Estaba perdido y te encontré.
Ahí, en el centro de aquella vorágine de rascacielos interminables y casuchas al borde del derrumbe en el que me encontraba, movido por el afán de encontrarme a mi mismo y saber quien narices soy realmente. 

Durante una de aquellas largas caminatas por las escasas zonas aún verdes y frondosas un rayo del sol templado del invierno me cegó cuando intentaba buscar en él respuesta a las absurdas dudas existenciales que me suelen asaltar cuando no quiero enfrentarme a la realidad. 
Con los ojos llorosos y medio cerrados, dando traspiés, choqué contigo. 
Tu tono quejoso y molesto apenas alcanzaba el diez por ciento de desagradable. 

Oí el ruido de tus libros al caer y, por supuesto, me agaché a recogerlos.
Sé que pensareis que estoy hablando del típico encuentro de película, imposible de suceder en la vida real. Esa escena en la que los ojos  de los protagonistas establecen tal conexion que el pelo que cubre tu piel se eriza alcanzando una longitud insospechada y tu imaginación se evade anhelando algo así. 
Ciertamente lo único que faltaba en mi caso era la música de fondo. Ya la añadí yo en mi mente. 


A esa conexión de película le siguió  el contacto de los dedos al devolverte los libros. Suaves, pequeños y deliciosamente cálidos. 
Si sólo esa pequeña parte de tí era ya tan atrayente, el resto tenía que ser la misma locura atrayéndome al abismo. 


Tengo la absoluta certeza de que tú también lo sentistes. 
Lo leí en tu mirada brillante y excitada, en la mordida de uno de tus labios sobre el otro, en la reticencia de tu  mano a romper el contacto con la mía, en toda tú entera. 
No hicieron falta palabras, ambos estábamos balanceándonos en la cuerda de la silenciosa seducción y nada parecía poder evitar que cayéramos. 


Sin embargo, el momento pasó y cada uno reemprendimos nuestros caminos. 
Quizás aún no era el momento adecuado para cruzarse o puede simplemente que mi soledad y desesperación me llevaran a imaginarme patéticas pero deseadas escenas de película. 


Tendré que volver a plantearme dudas existenciales mientras camino para averiguarlo.